¡Cuánto tiempo ha pasado desde aquel ya lejano septiembre en que te dejábamos coronada en tu ermita! Y cuántas cosas. Un centenario y una procesión magna, rosarios de Esperanza y auroras y una procesión de promesas. Nuestro ardiente espíritu cofrade se redujo a menguantes brasas mientras el frío invierno pasaba, pero febrero y sus flores avivó ese sentir que nos mantiene vivos e impacientes 355 días al año. Si, has leído bien, 355, hay que descontar los 10 días de Pasión primaveral. Y de nuevo mayo con sus cruces y su Consuelo, junio y el Corpus Christi, el Santo de los Santos. Julio se relajó expectante de las casi concluidas obras de la Casa de los Santos.Y Agosto despertó con San Bartolomé tres días. Era ya septiembre, mes mariano para mí. Impaciente por ver tu resplandeciente rostro, viajé a Murcia para acompañar a La Virgen de la Fuensanta y a Zaragoza para visitar el Pilar de España, la Aparecida a Santiago, La Virgen del Pilar. Por fín llegó el día 8 y la impaciencia me llevó hasta tu monte vestido de zaragüel y esparteñas para acompañarte, mi Madre, mi Virgencica, mi Patrona, mi Virgen del Buen Suceso.
Aunque la semana, el día y el hombre del tiempo auguraban tormentas, el cielo se abrió mostrando un hermoso sol que reluciera en tu divina e inocente faz. Hasta tres viajes hicieron cada uno de los tres autobuses que la Junta de Hermandades dispuso para que todo el que quisiera acompañarte subiera hasta tu santuario, y, en cada viaje, los autobuses llenos de almas fervientes sin dejar un sólo asiento libre.
La belleza de tus ropajes y la finura de tu arco de flores, tan delicadamente creado por tus devotos, no se comparan a tu belleza. Con tu acostumbrada alegría y tu enamorada prisa por reencontrarte con tu pueblo, el mismo que te llevó en andas por las laderas de tu Atalaya, pasaste por ramblas, bosques de pinos y olmos y rios de algazara y romería. En el puente, tu Cieza, hija tuya, te esperaba encabezada por su Patrón, San Bartolomé y sus autoridades civiles y religiosas, y, prestos a acompañarte, el Grupo de Coros y Danzas Francisco Salzillo de Cieza y la Banda Municipal.
La belleza de tus ropajes y la finura de tu arco de flores, tan delicadamente creado por tus devotos, no se comparan a tu belleza. Con tu acostumbrada alegría y tu enamorada prisa por reencontrarte con tu pueblo, el mismo que te llevó en andas por las laderas de tu Atalaya, pasaste por ramblas, bosques de pinos y olmos y rios de algazara y romería. En el puente, tu Cieza, hija tuya, te esperaba encabezada por su Patrón, San Bartolomé y sus autoridades civiles y religiosas, y, prestos a acompañarte, el Grupo de Coros y Danzas Francisco Salzillo de Cieza y la Banda Municipal.
Ya por tus calles, te recreaste bailando al son de pasodobles y jotas, vibrando con las campanas, los vivas y los cohetes que anunciaron tu llegada.
Acabas de llegar, Madre del Buen Suceso y solo te pido que ralentices el tiempo para poder robar unos segundos más al tirano reloj de tu presencia aquí. No tengas prisa en madrugar un domingo de Romería ni en volver a tu bella y celestial Mansión. Y cuando vuelvas, ten por seguro que te visitaré en tu cumbre luminosa esperando otra soleada tarde de septiembre en que te veré de nuevo correr entre pinos y montañas, de vuelta a tu hogar.
¡Viva la Virgen del Buen Suceso!
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