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Era por marzo...

  Por Antonio Jesús Hernández Alba Era por marzo, una tarde fría y ventosa de Cuaresma. Han pasado ya algunos años y los recuerdos permanecen todavía. Era el Domingo Laetare , el cuarto de ese tiempo que tanto nos gusta. El Cristo de la Sangre presidía el Altar Mayor de la Asunción, acomodado al pie de la escalinata para su ya tradicional Besapié. Pero, por una vez, no era protagonista. La Basílica y la Plaza aparecían llenas de gente, pero no de ciezanos, sino de vecinos abaraneros.  Era una tarde fría y desapacible, y quizás eso deslució un tanto aquel hecho histórico que sucedía. Las puertas de la Basílica de la Asunción se abrían para dar paso a un trono de plata, un hermoso baldaquino repujado en forma de flores y enredaderas. Grandes mazos de rosas rojas lo adornaban, haciendo las veces de nube para las dos pequeñas imágenes que se cobijaban en ese trono. San Cosme y San Damián, por primera vez en su historia, observaban unas calles y unos edificios que no eran los suyos. Los San

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