#MAGNAMURCIA - Encuentro en la Via Dolorosa

Después de las históricas horas cofrades que vivimos el pasado 11 de noviembre en que Murcia adelantó marzo al otoño, son cientos de recuerdos los que quedan de esos días. Hoy os traemos uno de esos momentos.
______________________________________________________

Al filo de las cuatro y media de la tarde, con el crepúsculo otoñal en ciernes, la murciana plaza de San Agustín bullía de expectación ante los históricos momentos que allí se iban a vivir. Todo era bullicio, todo ansiedad. El público buscaba un buen sitio para ser testigos de ello, los fotógrafos se apelotonaban ante la puerta de la Privativa de Jesús para inmortalizar el instante, los músicos afinaban, los auroros aclaraban sus voces, los penitentes comenzaban a formar. Mas, de repente, todo sonido se acalló, el silencio de la historia calló cual pesada manta sobre todo el lugar al tañer de una campana que anunciaba que la hora había llegado. Esa campana fue la que, con su claro tañido, transmutó noviembre en marzo, convirtió el atardecer en aurora, transformó el sábado en Viernes. Ya no era un extraordinario sábado cofrade, era Viernes Santo, y la Iglesia de Jesús se convertía de nuevo en pretorio desde el cual Cristo partía con su Cruz a Cuestas.

No era, sin embargo, el habitual nazareno, testigo inmortal del paso de los siglos en la murciana capital, sino uno tallado por aquel a quien Murcia ha rendido sus más altos honores. Jesús Nazareno de Lorquí salía al son del Himno Nacional, sin apenas desentonar con el entorno. Pareciera que siempre hubiera salido bajo ese arco. Y, en verdad, siempre lo ha hecho, pues no era otro que Jesús de la Caida antes de caer. Todos los allí presentes conteníamos el aliento, pues el más leve susurro hubiera valido para romper el encantamiento. Era Viernes Santo y Jesús caminaba hacia el Calvario de Belluga mas, antes de alejarse, giró sobre si mismo, mirando de nuevo las puertas por las que había salido, aguardando un reencuentro largo tiempo demorado. Quizás coincidieran en el taller del maestro, quizás, en los tristes años de la Guerra Fraticida, ambos se acercaron en silencio el uno al otro, mas el reencuentro fue el recuerdo de aquella mañana de Viernes en las cuestas de Jerusalén, en que una espada transió el alma de una Madre al mirar a su Hijo, camino de la Muerte.

El Nazareno se detiene, posan sus andas en el suelo y el silencio comienza a desvanecerse al elevarse el sonido de los latidos de los murcianos que, en verdad, revivían el alba de Viernes Santo. Latidos acompasados al redoble de una caja, anunciando el sonar del Himno Nacional, que adornaba la salida de quien no necesita nada, pues es belleza absoluta, en silencio o con música, con luz o a oscuras. Ahora si se rompe el silencio, pues el aplauso y los vítores no se pueden contener ante la aparición de la Señora de la Pasión Huertana, la que tantos poemas ha suscitado y un millon de palabras no bastarían para abarcarla al completo, la de las leyendas y la devoción, la Dolorosa. Cuentan que el primer rayo de sol de Viernes Santo aguarda a aparecer hasta que no ha aparecido ella, para ser el astro rey el primero en saludar a la Reina. Pues esa tarde, la escasa luz solar se condensó de nuevo para iluminar un rostro que brilla con luz propia.

Retorna el silencio. El publico deja de existir, Murcia parece oscurecerse y difuminarse. La plaza de San Agustín se transforma en el camino del calvario, se torna en calle de la amargura para ser marco del encuentro entre el Dolor y el Amor. Se detienen los pasos, se detiene el sonido y, por detenerse, se detiene hasta el tiempo. Lo único que no se detiene, es la mano del Cristo, que bendice a su Madre, despidiendose de ella hasta llegar al calvario. Suena "Hosanna in Excelsis" mientras Jesús Nazareno imparte su bendición a la Dolorosa. Calla la banda, el Nazareno comienza, ahora si, su penitencial camino, y los auroros, guardianes fieles de la tradición huertana, cantan las glorias de los Dolores de una Madre que trajo al Mundo la Salvación.

Cuando el cabo de andas de María, Virgen Coronada de los Dolores, da el golpe que marca el comienzo de su tranquilo caminar, Viernes Santo se desvanece, Murcia despierta de ese instante de sueño y comienza, ahora si, una de las jornadas para la historia de la Semana Santa de la Región y de la Ciudad de Murcia.


 

Comentarios