Por Antonio Jesús Hernández Alba
Si digo que ha sido la crónica que más me ha costado escribir no miento. Aunque por las redes siga siendo el mismo pesado de siempre, aunque no hayamos hecho casi otra cosa que compartir videos y fotos y buscar la forma de que vosotros, nuestros seguidores, pasarais la Semana de la mejor forma posible... sigo siendo un semanasantero igual que todos... y esta situación me ha sobrepasado completamente.
No ha sido la Semana Santa que esperábamos. Se que es evidente, pero hay que decirlo. No ha sido para nada lo que esperábamos. No ha habido ensayos ni movimiento de tronos el Jueves de Pasión, ni hemos cantado el himno del Medinacelli una última vez, en ese momento de intimidad que queda dentro del Convento cuando la Dolorosa ya se marcha. No hemos echado esos raticos tan buenos repartiendo túnicas o de cháchara a media voz en una esquina de la Iglesia o de Camusesa. No ha habido olor a flor recien cortada, ni hemos sentido el cansancio y sueño mezclado con alegría al subir la Calle Cabezo a las 2 a.m. un Viernes de Dolores. No ha habido prisas ni carreras de un lado a otro, ni empanadillas, tortas o trozos de pizza de última hora. No ha habido ni tempraneras para coger sitio ni aglomeraciones en ningún lugar. Ni cenas de hermandad, ni cervezas en el relevo ni caramelos en la Esquina del Convento. No ha habido niños que se quedaran sin caramelos para repartir ya en el Rincón de los Pinos, ni momentos de frio en los que abrigarse con la túnica. No ha habido cantos del Himno del Santo Cristo a coro ni misas interminables y multitudinarias. No hemos mirado el Tiempo 20 veces ni mirado al Cielo por si las nubes otras 200.
Nos hemos perdido mil detalles, mil cosicas muy pequeñas pero que construyen cada día de la Semana más larga del Año y que la hacen diferente a las demás. Mil pequeños detalles que por si solos no representan casi nada... pero juntos dan una sensación única: la de estar en casa, la de volver a soñar.
No ha sido la Semana Santa que esperábamos... pero si que ha sido Semana Santa. Este año, más que nunca, el Pueblo de Cieza ha demostrado que es Semanasantero por los cuatro costados. Nos hemos dedicado a llenar las Redes de fotos y videos de túnicas, flores y tronos. Nos hemos dedicado a poner marchas en los balcones, y no sólo a la hora indicada por la Junta, sino la hora de antes y la de después, y cada vez que se nos ocurría y nos daba la morriña. En algunas esquinas, cualquiera diría que no estaba pasando Cristo por nuestras Calles porque se sentía como cuando estas entre una banda y otra, que las marchas se entremezclan unas con otras. Incluso hay quien se ha atrevido a colgar pequeños tronos de balcón a balcón, y a declamar el texto del Prendimiento o de la salida de las Ánimas. Cieza se ha llenado más que nunca de colgaduras, incluso en calles que de normal no lo hacen.
De una manera muy distinta hemos vivido esta Semana Santa, aunque no tanto en el fondo. Aunque sea a través de videos y fotos, hemos sonreido al ver el Encuentro, con esa sensación de que ya empieza todo. Hemos rezado, reido y llorado igual que siempre. Aunque no fueramos a salir, nuestro corazón nazareno ha sentido los mismos nervios, el mismo despertar de cada año. A latido al son de un redoble, se ha henchido en la Mañana de Viernes Santo, la Mañana de Cieza, y ha suspirado cuando dieron las campanadas del mediodía del Domingo de Resurrección.
Ha sido también una Semana Santa de recuerdos, una Semana Santa de sacar fotos y videos y ver lo que hemos cambiado, de rememorar vivencias, de darnos cuenta de cuánto forma la Semana Santa parte de nuestra vida. Cada día nos hemos parado a recordar anecdotas, momentos, instantes y detalles de todo lo que hemos vivido desde la primera vez que nos pusimos una túnica. Y si, a mis 23 años de edad, ya he vivido mucho... ¡cúanto más no me queda por vivir en próximas primaveras! Ese es el consuelo que me queda, que la Semana Santa, como la primavera, siempre vuelve.
Quizás nos hacía falta. Quizás necesitábamos vivir una Semana Santa así. Relajarnos un poco, parar, frenar el frenético rítmo de actos que se van sucediendo en los últimos años, tanto que ya parece que estamos todo el año de Semana Santa. Creo que necesitábamos esto para reevaluar la situación y darnos cuenta de qué es verdaderamente importante y qué es trivial. Al menos para mí ha sido un alivio y algo que mi espíritu necesitaba. De veras precisaba olvidarme de todo y centrarme en lo verdaderamente importante de nuestra Semana Grande: celebrar la Muerte y Resurrección de Cristo, celebrarla plenamente y sin distracciones. Nunca como este Jueves Santo eché tanto de menos bajar a la Iglesia a estar un rato delante del Santísimo.
Ha sido también una Semana Santa de recuerdos, una Semana Santa de sacar fotos y videos y ver lo que hemos cambiado, de rememorar vivencias, de darnos cuenta de cuánto forma la Semana Santa parte de nuestra vida. Cada día nos hemos parado a recordar anecdotas, momentos, instantes y detalles de todo lo que hemos vivido desde la primera vez que nos pusimos una túnica. Y si, a mis 23 años de edad, ya he vivido mucho... ¡cúanto más no me queda por vivir en próximas primaveras! Ese es el consuelo que me queda, que la Semana Santa, como la primavera, siempre vuelve.
Quizás nos hacía falta. Quizás necesitábamos vivir una Semana Santa así. Relajarnos un poco, parar, frenar el frenético rítmo de actos que se van sucediendo en los últimos años, tanto que ya parece que estamos todo el año de Semana Santa. Creo que necesitábamos esto para reevaluar la situación y darnos cuenta de qué es verdaderamente importante y qué es trivial. Al menos para mí ha sido un alivio y algo que mi espíritu necesitaba. De veras precisaba olvidarme de todo y centrarme en lo verdaderamente importante de nuestra Semana Grande: celebrar la Muerte y Resurrección de Cristo, celebrarla plenamente y sin distracciones. Nunca como este Jueves Santo eché tanto de menos bajar a la Iglesia a estar un rato delante del Santísimo.
Vivimos con la incertidumbre aún. ¿Cuándo acabará esto? Y, cuando acabe, ¿qué pasará después? ¿Nos dejaran seguir nuestra vida normal o mantendrán restricciones? Hay quien ya piensa en procesiones en otoño, y hay agoreros que ya vaticinan que en 2021 tampoco saldremos. No es tiempo ni de pensar en extraordinarias ni de agobiarnos por un mañana que es muy incierto. Lo que tenga que venir, vendrá. Ahora sólo es tiempo de rezar y de aguantar el tirón como se pueda. No nos queda otra. Pero si hemos sobrevivido a esta Semana Santa tan distinta y lo hemos hecho con una sonrisa en la boca y el corazón henchido de Pasión, podremos aguantar lo que nos echen. Si algo ha demostrado esta cuarentena... es que nada, y repito, NADA puede apagar nuestro espíritu semanasantero.
La Semana Santa no es sólo una semana al año, es una manera de vivir la vida, sabiendo que Cristo Murió y Resucitó por nosotros. Con la alegría que nos da el saber esto, recordemos esos mil detalles que nos hacen revivir cuando llega marzo y aguardemos, porque pronto llegará una nueva Semana Santa... y esa Esperanza nadie nos la quitará.
Comentarios
Publicar un comentario