La Virgen era Pobre

Por Borja Atencia Flores
Ha llegado el tiempo de las glorias. Ya pasó la Semana Mayor y, ahora que el verano se acerca, es buen momento para echar la vista atrás y recordar los días vividos, aunque este año hayan sido de manera muy diferente. Nuestras imágenes no han recorrido las calles ni han lucido en sus bellos tronos, pero sí lo han hecho en el interior de los hogares de los cofrades. Esas efigies sagradas tan veneradas, lo han sido también durante esta pasada Semana Santa, aunque no hayan recibido el trato acostumbrado en esos días. 

En mi anterior intervención en esta misma sección, escribía sobre las imágenes y su correcto cuidado. En este me dispongo a hablarles sobre el cuidado y la puesta en valor del ajuar que estas imágenes atesoran, un tema también muy polémico en el mundo de nuestras cofradías y hermandades. 

A lo largo de los siglos, la imagen religiosa ha ido cambiando y transformándose, desde el icono sedente y mayestático de la Virgen María en el Románico hasta la impronta barroquizante que podemos ver hoy en la mayoría de nuestras imágenes de culto. Este transcurrir de los siglos también ha hecho mella en las imágenes, enriqueciéndolas (en su gran parte) con piezas de gran valor para sus ajuares, piezas que (con el paso del tiempo) han venido a ser parte icónica de esas imágenes.

Desafortunadamente, y en la mayoría de los casos, se prefiere el uso de la bisutería en vez de el de las joyas buenas para las imágenes, o directamente se omite el uso de estas joyas alegando que “La Virgen era pobre”

Es de alabar el gesto de aquellas entidades y cofradías que apuestan por seguir esa línea que nos dejaron nuestros ancestros y seguir poniendo a la vista de los fieles las delicadas piezas antiguas o de gran valor que portaron nuestras imágenes en el pasado y que a día de hoy siguen luciendo estos enseres en un alarde de apuesta por las raíces de estas corporaciones, así como una vuelta al esplendor que tuvieron en tiempos pasados. Es muy considerable y de agradar el interés que muestran estas hermandades por esa continuidad. 

Como ocurre con la mayor parte de las imágenes de nuestro país, la mayoría de esos enseres, ya sean joyas, mantos, coronas etc. suelen ser donaciones de fieles que, o bien por devoción o por el cumplimiento de alguna promesa, han tenido a bien regalar a sus imágenes más queridas, y que por culpa de juntas de gobierno inexpertas o con poca sensibilidad artística, han ido cayendo en el olvido para “coger polvo” en los arcones, armarios o cajas en las que esperan algún día en el que vuelvan a ser portadas por las imágenes para las que fueron dote. Desafortunadamente, y en la mayoría de los casos, se prefiere el uso de la bisutería en vez de el de las joyas buenas para las imágenes, o directamente se omite el uso de estas joyas alegando que “La Virgen era pobre”. Pero precisamente en las sagradas escrituras nos definen a María como: “La Reina del Cielo” o la “Nueva Eva”, en el Salmo 44 se puede leer: “De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir” y las letanías del Santo Rosario contemplan a María como “Casa de Oro”. También es contemplada como “Celestial Princesa” en la oración Bendita sea tu pureza. Son algunos de los ejemplos que nos relata la tradición Cristiana, que ayudan a comprender mejor el motivo por el que son engalanadas tan decentemente nuestras imágenes religiosas, en este caso de la Santísima Virgen, pero ocurre también con las imágenes de Nuestro Señor Jesucristo y las de los Santos. 

La correcta y rica vestimenta de las imágenes pasa por la buena elección de materiales para la realización de las mismas, no es lo mismo la elección de un buen bordado (a mano, por supuesto), que uno realizado a máquina de deficiente calidad. También pasa con los tejidos brocados o damascos, que una mala elección puede resultar fatal a la hora de vestir a las imágenes, por eso es justo y necesario la elección de buenos tejidos, que perdurarán en el tiempo y serán un interesante legado para las generaciones venideras. Lo mismo ocurre con los joyeros de las imágenes, hay que saber diferenciar también sobre el pésimo uso de la bisutería (piezas de escaso valor económico y decorativo) frente al uso de las joyas de gran valor, caso similar al de las coronas u otros ornamentos de nuestras imágenes. 

Los que amamos de verdad el mundo cofrade, nuestras hermandades e imágenes, debemos respetar ese legado y respetar los ajuares de nuestras devociones, bien sea mejorándolos con piezas nuevas de superior calidad o bien siguiendo la impronta que nuestros mayores nos legaron y continuar poniendo sobre las imágenes los ajuares con los que han sido dotadas a lo largo de los siglos.

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