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Tras la Entrada del Santo Cristo - 5 de Mayo de 2019 |
Por Antonio Jesús Hernández Alba
Cada año, cuando se acerca el 24 de abril, mi corazón vuelve a la infancia. En esas fechas vuelvo a ser ese niño que, de la mano de su padre, sube por primera vez al coro de la Asunción para cantar la Novena del Santo Cristo. Recuerdo aquellos días con mucho cariño, el agradable frescor que se respira en la Iglesia, que contrasta con el incipiente calor que va creciendo por la cercania del mes de mayo; el olor a flores e incienso, los añejos sones de los rezos del Rosario y la Novena, el canto de las Llagas y los Gozos, que aprendí enseguida, y el Santo Cristo en el camarín siendo más que nunca el "Rey de los Corazones".
Desde entonces, desde aquella primera vez, no he faltado ni un solo año a cantar la Novena. Y este año no ha sido una excepción.
No ha sido como siempre, ni el Cristo en el camarín de la Asunción, ni la Iglesia oliendo a rosas que anticipan el Tres de Mayo, ni los bancos llenos. Nada que ver con esa habitual y secular estampa que se repite desde hace dos siglos. No ha sido como siempre, pero ha sido igual que siempre. Igual en el sentido de que mi corazón ha vuelto su mirada su Consuelo y mi voz ha entonado las Cinco Llagas, el Miserere y los Gozos, cantandole al Santo Cristo representado en una sencilla estampa. Ha sido un novenario triste, pero más espiritual que nunca. Un novenario que ha sido más completo gracias a la Cofradía del Santo Cristo del Consuelo. A través de YouTube han hecho llegar a todos los devotos del Cristo las meditaciones de cada día de novenario, la Salutación a las Llagas y las reflexiones que distintos sacerdotes han hecho. Algunos ya predicaron la Novena, otros, como don Jose Antonio García, párroco de la Asunción, y don Dimas Ortega, párroco de la Ermita, han predicado sobre la Gloria de Cieza cada vez que han estado delante. También hemos tenido la oportunidad de oir hablar a nuestros obispos, don José Manuel Lorca y don Sebastian Chico sobre nuestro Misterioso Imán, que en verdad lo es porque atrae las almas de todos los que ven su dulce rostro.
Terminado el Novenario, aun sin poder besarle los pies, llegó el 3 de Mayo, llegó su día Grande. No pudimos acudir a una Basílica completamente abarrotada a despedir a nuestro Señor, pero pudimos escuchar la Misa desde su Ermita a través de internet. No pudimos salir al Camino de Madrid, a obsequiarlo con Rosas y con su Himno, pero desde los balcones lo hicimos. El Santo Cristo SÍ salió. Salió en el corazón de todos los ciezanos y salió representado por su estandarte que portó la Policía Local para llevar la imagen de nuestro Faro Luminoso a todos los rincones de Cieza al son del Cristo Bendito.
Y no solo eso. No fuimos pocos los ciezanos que, guardando las medidas de seguridad, ejercimos nuestro derecho a pasear para encaramarnos a la Cumbre Airosa y rezar ante nuestro Cristo Bendito a través de la reja de su Ermita. Para mí fue un verdadero e inmenso gozo poder subir y verlo, y cantarle junto con todos los presentes su Himno y gritarle sus vivas, cumpliendo así los versos de sus gozos que dicen "Y te aclaman en tu Ermita, Rey de los Corazones".
Vendrán más novenarios, más días de la Cruz. Pero como éste, más emotivo que ninguno, no habrá (si Él quiere) otro. Lo recordaremos como el 3 de Mayo en que el Santo Cristo no salió a la calle, sino que entró en todas las casas. Este año, más que nunca "En gozos como en lamentos, de Cieza entera los pensamientos son para Tí".
¡Viva el Santo Cristo del Consuelo!
¡Viva la Gloria de Cieza!
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