Reflexión Dominical: Domingo III de Tiempo Ordinario

Por Pablo Moreno Gómez
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (1,14-20):

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

Palabra del Señor

En este tercer domingo del Tiempo Ordinario, la Iglesia nos invita a escuchar y contemplar el comienzo del anuncio de la Palabra de Dios. Esa Palabra hecha carne, Dios hecho hombre anuncia el Evangelio, anuncia la conversión. Y junto al anuncio de la conversión, contemplamos como también comienza a llamar a los primeros discípulos, los hermanos Andres y Simón, y Santiago y Juan. 

Como vemos, el anuncio del Evangelio se hace siempre con un objetivo claro, unir al hombre con Dios, abrazar a Cristo, el Mesías prometido. Días antes, como contemplamos en la lectura del Evangelio de la solemnidad del Bautismo del Señor, Juan, el “Bautista”, había estado predicando por toda Judea la llegada del Mesías que el pueblo de Israel esperaba, un Mesías que los libraría de la opresión del pueblo romano. Y Juan, les anuncia que ese Salvador había llegado, era Jesús el Nazareno, de quien Dios mismo dijo “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”. 

Pero claro, se esperaban que viniera con espadas de doble filo y puño de hierro para poder expulsar a los romanos y paganos de la tierra elegida por Dios y dada, según su designio, al pueblo escogido. Ante este deseo, vemos en Jesús una actitud completamente opuesta, el Mesías predica la conversión. Pero, ¿cómo la conversión? Eran el pueblo perfecto, el pueblo elegido. Él tenía que instruirlos según la voluntad de Dios y poder recuperar aquello que Dios les había dado. No se entendía eso de la “conversión”. 

Jesús les pedía que cambiaran su corazón, que fuera verdaderamente el amor a Dios lo que tuviera lugar en su corazón y no el amor propio, el amor a hacer la voluntad de uno mismo y olvidarse del plan de Dios. Y unido a esta llamada a la conversión, nos encontramos la invitación a seguir al Mesías, la invitación a continuar con el anuncio que el mismo comenzó. Y como vemos, no llama a sabios y entendidos, no se acerca a los jefes del pueblo y los poderosos, sino que llama a dos humildes pescadores, que se encontraban haciendo su trabajo diario. Eso es, Dios irrumpe en tu día a día. Dios te llama a seguirle en la vida cotidiana. Pero una exigencia, difícil de cumplir, costosa, pero necesaria… Convierte tu corazón y sígueme… Cambia tu manera de ver las cosas, míralas con los ojos de Dios y no con los tuyos, ama como ama Dios y no como ama tu corazón egoísta y ambicioso. Busca hacer la voluntad de Dios, seguir su plan y no el tuyo propio porque es lo cómodo, lo fácil. 

Hermano, abre los oídos, estate atento, que Cristo está vivo y te anuncia una noticia, Dios te ama y te quiere como eres, pero convierte tu corazón, ansía su amor en cada momento y entonces estarás, estaremos preparados para seguir su camino… Un camino que lleva a la vida eterna, sí, pero que pasa por el Calvario y la cruz. 

Feliz domingo, feliz día del Señor. 
La Paz.

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