Redes Cofrades Cieza/Antonio Jesús Hernández Alba
Emoción, devoción y gratitud. Con estas tres palabras se pueden resumir los Rosarios de la Aurora que, un año más, despertaron de su sueño a Cieza en las madrugadas de los domingos de octubre.
Hace apenas unos meses no nos atreviamos casi a soñar con esto. Hace unos meses, cuando la primavera 2021 despuntaba y nos asomábamos al Convento en la tarde del Jueves Santo para ver a la Virgen de Gracia con su candelería en un efímero altar no podiamos creer que en este año volveríamos a ver un trono en la calle, ni que, aunncon mascarillas celebrariamos la vuelta a la normalidad en nuestra vida cofrade tan pronto. Ni siquiera en agosto, cuando San Bartolomé se asomaba al Balcón del Muro por segunda vez sin procesión ni trono, podiamos llegar a imaginar que volveríamos a soñar despiertos, caminando junto a nuestra Madre.
Pero, tan de repente como nos fue arrebatado, todo volvió a su ser. Con mascarillas y con prudencia, pero hemos vuelto. Volvimos a creer en que era posible sacar los tronos a la calle cuando el arco de flores de nuestra patrona asomó por la puerta de la Basílica aquel amanecer del 19 de septiembre y, en la madrugada del 3 de octubre, nos terminamos de convencer de que por fin estamos saliendo del tunel.
El relente de la hora previa al alba, las miradas vidriosas, a medio camino entre el sueño y la devoción, el reencuentro con los habituales, el recuerdo de los que, por un motivo o por otro, no han acudido este año, el olor a flores y a las velas del trono y el familiar soniquete de los "Dios te salve, María"... Fueron muchas cosas las que pasaron por mi mente al acercarme al atrio de las Clarisas aquella mañana de domingo, pero todas se resumen en un pensamiento: "hemos vuelto a casa".
Un año más, la Virgen de Gracia y Esperanza salió a la calle a regalarnos momentos, recuerdos y emociones nuevas y a devolvernos esa sensación de familiaridad al volver a vivir lo que cada año se vive en los Rosarios de la Aurora. Cada domingo ha salido a las 7 de la mañana, puntual a su cita, cuando Ciez aun se encuentra a oscuras, esperando a que Ella vaya a despertarla, barrio por barrio.
Quedan para el recuerdo algunas estampas y algunos momentos que hacen de este año, el del retorno a la calle, especial. Los gorriones cantando al amanecer para recibir a los Hijos de María y a su Madre Bendita en la Avenida Juan XXIII, la Virgen de Gracia volviendo a entrar en San Juan Bosco tras años sin visitarla, la petalada que la parroquia de San José Obrero ofrendó para recibir a la Señora del Rosario a su llegada y la lluvia que, al domingo siguiente, casi impide que la Virgen se marchara de allí camino de San Joaquín. El rosario dentro de la iglesia y la subida a toda prisa por el Camino de Murcia al ver que escampaba. El agobio de las mascarillas para anderos y devotos, la entrañable imagen de don Dímas esperando a la Virgen en la puerta de su parroquia de Santa Clara y la devota despedida con la que honra a la Madre de Dios cada año. Las velas iluminando el recorrido del último rosario y la entrada a la Basílica, echando de menos la histórica estampa de 2019, en que veíamos a la Esperanza junto al Buen Suceso. Y, por último, la íntima llegada de regreso a las Claras, ya con el sol fuera y presagiando que en Marzo nos volveremos a encontrar con ella allí mismo.
Hace años escribía que en cada rosario hay un milagro. Sigo manteniendo esto mismo. Y creo que las más de cien personas que cada domingo han acompañado este año a Nuestra Señora de Gracia y Esperanza en sus recorridos matutinos compartirán conmigo esta reflexión. En los Rosarios de la Aurora, si estás atento, se ven milagros.
REPORTAJE DE LOS ROSARIOS DE LA AURORA 2021
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