Redes Cofrades Cieza/Antonio Jesús Hernández Alba
Como cada año, Nuestra Señora de Gracia y Esperanza fue la primera en salir en procesión, abriendo las calles a nuestros desfiles y llenando de emoción a todos los procesionistas, ansiosos por que llegue nuestra Semana Grande.
La tarde iba cayendo, una tarde de tiempo desapacible en la que la lluvia nos hizo temblar de miedo. Hacia las 20:30, el Convento de las Religiosas Clarisas rebosaba de cofrades y devotos que no podian apartar la vista de la capilla donde María, la Virgen de Gracia, aguardaba ya el momento de subir a su paso. Vestía la Virgen su traje de hebrea,, con saya negra, manto morado liso, fajin a listas y una sencilla aureola plateada por corona. Entre sus manos, una corona de espinas y un rosario. No obstante, frente a esa indumentaria sobria, destacaba la sonrisa de la imagen, sonrisa que, junto al rosario de sus manos, nos remitía a aquella mañana de octubre en que nos despedíamos de Ella tras el último Rosario de la Aurora.
Llegado el momento, la Orquesta de Flautas comenzaba a interpretar el "Lascia ch'io pianga" de Haendel mientras Rafael Salmerón y Fulgencia Carrillo recitaban desde el ambón la antigua secuencia de Viernes Santo, el Stabat Mater, en latín y castellano. Con este acompañamiento, los cuatro portadores de la Virgen la alzaban apenas lo justo para que no rozara el suelo y comenzaban a caminar hacia el Altar Mayor. De esta forma, parecía que la propia virgen caminaba por el templo en busca de la sepultura de su Hijo, aun con esa sonrisa que delata su advocación: la Esperanza.
Una vez colocada en sus andas de traslado y prendidas las velas de los brazos de luz, el capellán del monasterio, don Dimas, cerraba la breve y emotiva ceremonia y daba paso al acto de nombramiento de Cofrade de Honor 2019 de los Hijos de María. Este año el acto fue presentado por María Turpín, sustituyendo al habitual Antonio Morales, por ocupar este un lugar de honor en calidad de pregonero, para quien (como no podía ser menos) hubo felicitaciones y palabras de animo y cariño en nombre de toda la cofradía. En el discurso se remarcó la igualdad de hombres y mujeres que hay en la cofradía, una igualdad personificada en la Virgen, entregada a Dios y a los demás y libre al mismo tiempo. También sirvió esta lectura para hacer repaso de todas las actividades que realizó la cofradía el pasado año y para despedir a su actual presidente, don Rafael Pino, que ya termina su mandato. Todo esto para enlazar con las virtudes y la trayectoria del homenajeado, el expresidente de la Cofradía don Juan Villalba Villa.
Una vez terminados los actos protocolarios, se comenzó a organizar el cortejo, que formó en la penumbra del atrio del monasterio.
Con el Monumento al Nazareno enfrente, el estandarte de la Real Cofradía de Ntra. Sra. de Gracia y Esperanza holló la calle mesones en torno a las 21:40, abriendose paso entre una multitud que aguardaba ansiosa la salida de la "primera procesión" de la Semana Santa de Cieza. Con la marcha, "Mayor Dolor", y con los ojos fijos en el cielo, temerosos de la lluvia, los Hijos de María fueron los primeros en poner una túnica en las ciezanas calles.
Era impresionante e impactante ver como el numeroso público quedaba en completo silencio al ver pasar a la Esperanza. En la Plaza de los Carros, fue de nuevo la Orquesta de Flautas la que puso el acompañamiento musical con la marcha "Nuestra Señora de Gracia y Esperanza" de Antonio Bailén, compuesta expresamente para esta agrupación y para este momento. El resto del corto recorrido estuvo amenizado por la Asociación Musical "No Tenemos Prisa" de Abarán.
Cera candente, oloroso incienso, silencio y tambor, emoción, recogimiento, todo ello describe el ambiente que se respiraba en todo el recorrido, que por ser corto no fue menos majestuoso. En torno a las 22:30, llegaba el cortejo a la calle Diego Tortosa y la Virgen de Gracia se recreaba entre las filas de niños que la acompañaban, meciendose a hombros de sus anderas, siendo este el único desfile en Cieza realizado únicamente por mujeres bajo las varas. Sonaba Caridad del Guadalquivir y las puertas de la Casa de Hermandad se abrían para dejar paso a su Señora, la Virgen de Gracia y Esperanza, que ya espera pacientemente la tarde del Jueves Santo para volver a perfumar con su manto de flores las calles y plazas de Cieza.
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