Jueves Santo, noche de Silencio y Agonía

Redes Cofrades Cieza/Antonio Jesús Hernández Alba 
Con las campanadas de media noche, puntual como siempre, salía la Procesión del Silencio de la Basílica de la Asunción, con la vista fija en el amenazante cielo, que respetó este solemne y sobrio desfile 

Como marca la tradición, minutos antes de las 24 horas de Jueves Santo se apagaban las luces de casi todo el Casco Antiguo para acoger esta procesión que lleva casi 90 años desfilando en la noche de la agonía. Unos momentos antes, en el interior de la Basílica, don José Señas pedía la bendición del párroco y consiliario de la Cofradía, don José Antonio García, el cual dirigió una oración por los difuntos del Cristo de la Agonía. 

Con las campanas que anunciaban la media noche, el nutrido cortejo de penitentes de negro y sin capa se ponía en la calle, comenzando así una Procesión del Silencio que muchos temían que se viera truncada por las inclemencias meteorológicas. Afortunadamente, las cerca de dos horas y media que estuvo la cofradía en la calle, el tiempo respetó la procesión. Desde la abarrotada plaza se vivió con emoción y ansiedad contenida los segundos que precedieron a la salida del magnífico crucificado de González Moreno. Al son del lúgubre tambor sordo que lo acompaña, los segundos parecieron siglos en la espera de su aparición bajo el arco del portón. Todo el recorrido estuvo lleno de gente esperando para disfrutar de una de las más famosas y características procesiones de nuestra Semana Santa. A pesar de la aglomeración de público, al paso del cortejo se mantuvo el respeto y silencio propios de esta procesión.

A pesar del triste fallecimiento del saetero hace algunos años, no faltaron devotos expontáneos que ofrecieran sus cantos y oraciones al Cristo de la Agonía en los distintos rincones de la carrera, deteníendose la imagen ante cada "saeta". No obstante, en la Plaza Mayor se notó la ausencia de la desgarrada voz que cada Jueves Santo cantaba al Señor del Silencio.  

Como marca la tradición, al llegar al Monasterio de las Clarisas, el Cristo volvió su rostro hacia las hermanas que en él moran, saludándolas como cada Jueves Santo antes de enfilar el último tramo de Procesión. Esta salida procesional tiene una gran carga de costumbres y tradiciones, siendo la más popular la entrada, en la cual el Cristo de la Agonia pasó por en medio de las filas de penitentes que, arrodillados, formaron un pasillo desde la calle de la Hoz hasta las mismas escalinatas del templo. Con el 'Aria' de la Suite nº3 de Bach perdiéndose en los recovecos de la Asunción, se cerraba un Jueves Santo más en Cieza


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