Cieza se vuelve evangelio y muestra la visión general de la Pasión y Muerte de Cristo según su Semana Santa con la participación de miles de ciezanos en su procesión de Miércoles Santo.
El reloj del campanario de la Basílica de Nuestra Señora de la Asunción marcaba las nueve de la noche y el himno nacional comenzaba a sonar en las inmediaciones de la Casa-Museo de la Semana Santa para poner en la calle al paso de La Samaritana. Puntual como de costumbre, la Cofradía de La Samaritana comenzaba la Procesión General, mientras la Cofradía de la Oración del Huerto, “Los Dormis”, hacían lo propio unos minutos después desde su Casa-Museo con La Unción de Jesús en Betania.
A estos pasajes atípicos en las procesiones de Semana Santa, los seguían El Prendimiento, o más conocido como el “Beso de Judas”, escoltado por el Tercio Romano del Santo Sepulcro. San Pedro negaba un año más en la noche de Miércoles Santo acompañado por los sones de la Agrupación Musical Averrores de la OJE.
A su vez, comenzaba el martirio de Jesús con la salida de La Flagelación, de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Agonía; La Coronación de Espinas, de la Real Cofradía de Jesús -Nazareno-; y el Santísimo Ecce-Homo, de la Cofradía de San Juan. Mostraban así las horas previas del Redentor a su sentencia a muerte.
Camino al calvario, la Cofradía de la Santa Verónica, ponía a su titular en las calles de Cieza como antaño lo hiciera. La Santa Mujer Verónica desfiló por primera vez en esta centuria engalanada con turbante, pendiente y gargantilla, recuperados y que se pueden asegurar son anteriores a la Guerra Civil española.
El Cristo del Perdón y el Santo Cristo, mostraron al pueblo ciezano la serenidad de la muerte del Redentor. Sus dos cofradías se volcaron por completo en el desfile de sus titulares, dos de las imágenes más devocionales de la Semana Santa ciezana. Mientras entre los dos, Santa María Magdalena lloraba desconsolada por la muerte del Mesías.
Cerrando el cortejo, y como no podía ser de otra manera, la Santísima Virgen de los Dolores ponía el broche de oro final a una Procesión General ciezana que rozó la perfección logrando aglutinar a miles de ciezanos en todas las calles del recorrido, así como centenares fueron los que esperaron la entrada de la Virgen Dolorosa en la Plaza Mayor de Cieza.
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