Por Antonio Jesús Hernández Alba
Lectura del santo evangelio según san Juan (14,15-21):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque. no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Palabra del Señor
El tiempo de Pascua va llegando a su fin. Este tiempo de alegría que comenzaba en la Noche Santa de la Resurrección está terminando y está cerca la Ascensión del Señor. Jesús está pronto a volver al Padre y así se lo hace saber a los discípulos. Cristo deja la Tierra para prepararnos el camino al Cielo, pero no nos deja completamente desamparados.
Estos últimos domingos hemos notado ya un cambio de tono en el Evangelio. La alegría por la Resurrección de Cristo va dejando paso a la inquietud de los Apóstoles al saber que el Maestro se va. Por fin se han dado cuenta de que no son nada si el Señor no está con ellos y tienen miedo de lo que pueda suceder cuando llegue el momento de la partida. Jesús fue uno a uno a llamarlos, les llenó el corazón de la Palabra y el Amor de Dios y su vida cambió para siempre; y no se dieron cuenta de cuánto había cambiado y de cuanto necesitaban a Cristo junto a ellos hasta que lo perdieron la noche del Jueves Santo. Por eso les ardía el corazón y rebosaban felicidad al verlo resurgir de la Muerte, resucitado, llenándolos de consuelo y de alegría. Y por eso ahora tienen miedo de volver a perderlo.
Jesús no es ajeno a esta situación. Los conoce y sabe muy bien lo que pasa por sus mentes y sus corazones. Por eso les dice las palabras que hoy nos ofrece el Evangelio. Les dice que, aunque no lo puedan ver, aunque sus sentidos no les revelen Su presencia, Él estará con ellos SIEMPRE. Les enviará su Espíritu y, con Él, ya nunca podrán tener miedo. Precisamente eso quiere decir la palabra "Paráclito", Consolador. Con el Espíritu de Dios en sus corazones, ya no habrá nada que no puedan hacer, siempre que sigan el mandato supremo, el mismo que les entregó en la Última Cena "Amaos los unos a los otros".
Nosotros somos como los Apóstoles, en especial en estos tiempos tan difíciles. Desde niños nos han educado en la Fe, nos han dicho que somos Hijos de Dios, que Cristo nos ha llamado uno a uno para ser felices y vivir eternamente. Pero el día a día, la rutina, nos hace perder un poco esa visión del Amor de Dios. Vamos cada Domingo a misa como si fueramos al trabajo, no nos resulta nada especial cuando deberíamos saltar de alegría por encontrarnos verdaderamente con Jesús Sacramentado. Es cuando llegan estos tiempos, tiempos de crisis y de dolor en los que nos privan hasta de ese encuentro cuando nos damos cuenta de la necesidad que tenemos del Amor de Dios y del encuentro con Cristo en el Santísimo Sacramento del Altar. Ahora que, por fin, tras dos meses nos permiten volver a recibir la Comunión, es cuando sentimos verdaderamente la alegría de Jesús Resucitado, la misma alegría de los discípulos al ver al Señor salir del Sepulcro después de verlo muerto en la Cruz.
Pero seguimos teniendo miedo, seguimos temiendo que nos vuelvan a quitar la libertad, la salud, el trabajo. Por eso son tan importantes las palabras del Evangelio de hoy, porque Cristo nos habla directamente a nosotros y nos dice que, si nos amamos como hermanos, su Espíritu estará siempre con nosotros, y entonces ni la más dura pandemia podrá quitarnos la alegría de ser cristianos, la alegría de saber que CRISTO HA RESUCITADO.
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