Un año más nos acercamos a la Semana grande de la Cristiandad, una vez más nos preparamos para celebrar el memorial de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor. Pero, al igual que el año pasado, nos toca vivir esa Semana de Pasión de una forma distinta a como estamos acostumbrados. Este año, las cofradías no inundarán las calles de colorido ni oleremos a incienso, flores y cera; tampoco escucharemos los sones de las bandas… Un año más no tendremos procesiones por nuestras calles.
Pero, recordemos que, por mucho que nos duela que no haya desfiles procesionales, sigue habiendo Semana Santa. Los cristianos seguimos celebrando que Cristo murió y resucitó, y, aunque sumidos como en un letargo, seguimos sintiendo en nuestro corazón cofrade que se acerca la semana grande.
Este año, en el que no habrá procesiones tendremos la oportunidad de vivir la Semana de Pasión de una forma mucho más recogida, de mayor intimidad con Dios y de mayor acercamiento a los hechos acontecidos durante esa semana hace casi dos mil años. Este año, podremos disfrutar con tranquilidad de la liturgia de la Semana Santa. De hecho, debemos de contemplar y guardar con mayor atención las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa.
"Por mucho que nos duela que no haya desfiles procesionales, sigue habiendo Semana Santa. Los cristianos seguimos celebrando que Cristo murió y resucitó"
Acerquémonos este año a la iglesia, a la parroquia, no solo para visitar las imágenes con melancolía y pensar en lo que podría ser, pero no es; sino que vayamos a los templos y recemos con esperanza y fe, sabiendo que a pesar de lo difícil de la situación es algo pasajero, algo que pasará y quedará en una horrible y triste pesadilla.
Pero, mientras que se acaba este pesado sueño, vivamos esta Semana Santa 2021 como nunca, la Iglesia nos ofrece la más rica de las liturgias del año para poder adentrarnos en el Misterio de nuestra fe. Domingo de Ramos, la “Burrica” no asomará por la Esquina del Convento, pero, con la celebración de la “Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén” podremos acercarnos de igual manera al momento en que Cristo era aclamado por los judíos como el profeta enviado de Dios. “Hosanna en el cielo” cantaremos unánimes de ver que aquel que viene es el “bendito de Dios”. Lunes Santo, Martes Santo y Miércoles Santo aprovechemos para prepararnos para el Triduo Pascual, los tres días más importantes para el cristiano. No podremos rezar el Vía-Crucis detrás del Cristo de la Sangre en Lunes Santo, pero sí lo podremos rezar ante su imagen, podremos hacer ese acto de devoción personal, de recorrer con Jesús el camino desde el Pretorio hasta el Calvario. Martes y Miércoles Santo, de igual modo, si las autoridades sanitarias lo permiten, podremos visitar las imágenes religiosas y orar junto a ellas al Padre para prepararnos para vivir el acontecimiento central del año.
Jueves Santo, comienza el Triduo Pascual. No veremos el cortejo de manolos y manolas delante de la Madre de Gracia y Esperanza, pero tenemos algo mucho más importante: la celebración de la Cena del Señor, la Última Cena. Juntos, como hermanos, podremos celebrar los últimos momentos de Jesús con sus discípulos y sentados con Él a la mesa, oiremos en los labios del Sacerdote, las palabras del Maestro invitándonos a amarnos, como Él nos ha amado, es decir, hasta el extremo.
Viernes Santo, día de la Muerte del Señor, día de ayuno y abstinencia y marcado de una sobriedad litúrgica que nos invitan a la unión con Cristo Crucificado. Ese día celebraremos los Oficios, en los que se destaca la adoración a la Cruz y la oración universal, en la que se pide por todas las necesidades del mundo.
"Domingo de Resurrección, sin caramelazos, ni pasodobles, pero sí lo celebraremos con la alegría de Cristo Resucitado, anunciaremos a todas las gentes que aquel que se tenía por muerto, ha salido invencible de la tumba"
Sábado Santo, dividido en dos partes, por la mañana y por la tarde-noche. Por la mañana vivimos en la espera junto a María, ya el cuerpo de Jesús azotado, humillado y crucificado, reposa en el Sepulcro y estamos expectantes ante lo que en a penas unas horas acontecerá. Entramos en la liturgia de la Vigilia Pascual, todo el esplendor de la liturgia condensado en la celebración más importante de todo el año litúrgico, la celebración de la Vigilia Pascual, la celebración del paso de la muerte a la vida, la celebración de la Resurrección gloriosa y triunfal de Jesucristo, nuestro Señor; donde oiremos la Buena Noticia de la Resurrección de Cristo y cantaremos unánimes ¡Aleluya, Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado, Aleluya!
Por último, Domingo de Resurrección, sin caramelazos, ni pasodobles, pero sí lo celebraremos con la alegría de Cristo Resucitado, anunciaremos a todas las gentes que aquel que se tenía por muerto, ha salido invencible de la tumba y ha derrotado el poder de la muerte. Es el comienzo del Tiempo Pascual y el tiempo de la alegría, el tiempo del anuncio del Evangelio.
Queridos hermanos cofrades, vivimos un año de nuevo difícil, sin nuestras tan queridas procesiones, pero un año donde nuestro corazón podrá unirse íntimamente al de Cristo y acompañarle bien de cerca en toda la Semana de Pasión.
Mucho ánimo y estemos alegres, pues la fe mueve montañas y pronto podremos disfrutar como siempre lo hemos hecho de la Semana Santa, nuestra Semana Santa.
Comentarios
Publicar un comentario