Reflexión Dominical: Solemnidad del Bautismo del Señor

Por Antonio Jesús Hernández Alba

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (3,15-16.21-22):
En aquel tiempo, el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».
Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo:
«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».

Palabra del Señor

Terminamos el tiempo de Navidad con la fiesta del Bautismo del Señor. Hoy termina el tiempo en que celebramos la venida de nuestro Salvador y su manifestación al Mundo. La infancia de Cristo, de la que conocemos poco, queda atrás y comienza su vida pública, su predicación, su camino hacia la Cruz y la Resurrección, el principal objetivo de su Encarnación.

Cristo no necesita el Bautismo por varias razones. Jesús era un buen judio, en el cual la ley judía se cumplía de forma perfecta, además, Jesús es el Hijo de Dios, es Dios hecho carne, no necesita purificarse. Entonces, ¿por qué acude Jesús al Jordán aquel día a ser bautizado por Juan el Bautista? Acude para darnos ejemplo, para marcarnos la nueva tradición que con Él comienza, una nueva forma de actuar que se separa de las prácticas de los judios, para los que la Ley era en aquel tiempo una cuestión de tradición y no de verdadera fe. También acude porque con ese bautismo deja atrás su infancia y su juventud y marca el comienzo de su predicación. Acude también porque en el Jordán es donde se va a dar a conocer, donde va a manifestarse al Mundo como Mesias.

Antiguamente, el 6 de enero no se celebraba sólo la Adoración de los Magos, sino que se celebraba la Epifanía en todas sus implicaciones. Epifanía significa revelación, manifestación. Ese día se recordaba de nuevo el Nacimiento, la aparición de Dios en la Tierra. Se celebraba su manifestación a los magos como la revelación de Dios a todos los pueblos, representados en los sabios de oriente. También se celebraba el Bautismo, el día en que Cristo se muestra ante su gente y Dios lo marca como su Hijo, el Amado. Y, por último, también se recordaban las Bodas de Canaan, el día que Cristo mostro su naturaleza divina en la Tierra, su primer milagro.

Hoy no celebramos sólo que Cristo se bautizó, sino que apareció en la tierra para mostrarnos el camino al cielo. Escuchémosle y abramos nuestros corazones a su palabra y a su Espíritu.

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