En otras circunstancias, esperaría a que terminaran los rosarios para hacer la crónica, y haría una de esas que tanto me gustan, en prosa, recargada, llena de sentimientos y guiños hacia las distintas personas y grupos que forman parte de esa bella tradición. Sin embargo, esta vez será sólo un poema el resumen de los Rosarios de la Aurora 2016... y de todos los que ya fueron y de todos los que serán... Que lo disfrutéis:
CADA ROSARIO, UN MILAGRO
Crónica de los Rosarios de la Aurora que fueron, son y serán.
Crónica de los Rosarios de la Aurora que fueron, son y serán.
Esta mañana he visto un milagro
He visto a una madre
Llevando a su hijo
De la mano;
Él bostezaba, era muy temprano,
Y su madre lo arropaba,
Se quitaba su abrigo
Para dárselo.
He visto a una anciana,
Que por los años ya se inclina
Y renqueaba;
Y, aun renqueando, venía,
Por las oscuras calles,
Rezando.
Y rezando yo he visto
A un hombre maduro y cano,
Y con los ojos en cristales,
¡qué dulce esfuerzo venía realizando!
Casi no había dormido,
De la larga semana,
El trabajo venía arrastrando,
Y, aun cansado, portaba,
Sobre sus hombros
Al Sol llorando,
La luna preciosa,
La Estrella Graciosa,
La Esperanza que todos amamos.
He visto tanto
Que no se contarlo,
Si no es en verso
¡Cómo he de expresarlo!
Cada mañana, cada domingo del mes de Octubre,
Desde que apenas recuerdo,
He venido yo, libre y contento,
A verte a ti, Madre del Sufrimiento,
Y, de tus lágrimas, cogía fuerzas
Para seguir riendo.
Y miraba esos ojos,
esos ojos que ya no vemos,
que me enseñaron a ver
lo que estábamos viendo.
Que esos ojos que ya se cerraron,
muchas veces temprano se abrieron
para enseñarme a mí,
un niño muy pequeño,
que en el Rosario,
si estás atento,
se ven milagros.
Antonio Jesús Hernández Alba
22/10/2016
Quiero dedicarle este poema, esta crónica de los Rosarios de la Aurora 2016 a una persona a la cual quería de esa forma que toma el amor para los familiares más cercanos. Junto con mis padres y mi hermano, las personas a las que más quiero y he querido son mis abuelos y mis tios, en especial mi tia-abuela Julia, la "Chacha", como le decíamos todos, de cuya mano fuí a mi primer rosario cuando sólo era un niño muy pequeño y la cual ya reza junto al Padre Eterno.
Gracias Chacha y hasta siempre.
Gracias Chacha y hasta siempre.
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