Por Pablo Moreno Gómez
Caminamos en fe y no en visión (2Co 5, 7).
Ya comenzamos a oler a azahar, rosas y azucenas.Los colores variopintos de las flores primaverales alegran la vista, señales, que anuncian una gran noticia, una noticia que no puede pasar como si nada, que no nos podemos callar y guardar para nosotros, que tenemos que compartir con el mundo entero, es la noticia de nuestrasalvación.
Vivimos en un mundo en el que hacemos muchas cosas sin sentido, sin un para qué, o un por qué. Y esto, nos puede llegar a ocurrir con nuestra Semana Santa, convertirla en un hecho sin significado alguno. Si a lo que ocurre en esos días le quitamos la fe, desfilaremos simplemente por lucir cosas bonitas y tendrá un sentido completamente vacío.
Como diría el apóstol san Pablo en su Carta a los Efesios: «La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven». En esto han de consistir los días de Semana Santa, las procesiones siempre con la más absoluta dignidad y respeto nos han de trascender a lo acontecido en aquella Pascua judía hace dos mil años. Nos han de recordarcómo fueron aquellos momentos en los que el Hijo del Hombre, en un acto de amor extremo, derramó hasta la última gota de su sangre para abrirnos las puertas de la vida eterna.
No nos podemos quedar en la pura visión, estamos llamados a trascender lo que vemos y alcanzar la luz de la fe. Acerquémonos a la celebración del Triduo Pascual, vivamos en primera persona como ocurrió nuestra salvación, seamos portavoces del triunfo de la vida sobre la muerte, y, sobre todo, tengamos un rato de intimidad con el Señor estos días.
No dejemos pasar esta oportunidad, Jesús nos dice en el Evangelio: «Venid y veréis» (Jn 1, 39). Acojamos esta invitación que nos hace a conocerlo en profundidad, a conocer más su Amor infinito para con nosotros, un amor que le condujo hasta una muerte de cruz, causa de nuestra liberación.
Hoy, Jesús llama a tu puerta, es él quien sale a la calle en tu busca, lo verás azotado, con una corona de espinas, ensangrentado, humillado, crucificado, pero también lo verás resucitado, lo verás triunfante la mañana del Domingo de Resurrección, la alegría inundará nuestro ser y nuestra vida y entonces encontraremos la respuesta y el sentido de nuestro sufrir en este mundo y todo ello, por una recompensa mucho más grande de lo que nos podemos llegar a pensar.
Jesús resucita hoy, ábrele tu corazón y deja que inunde tu vida, no te quedes en lo superficial de la semana de Pasión y vívela desde dentro, con los ojos de la fe, te será mucho más fácil el camino, por muy grande que sea la cruz que te haya tocado llevar, déjate tocar por él y verás que tu vida cambia por completo.
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