Por Borja Atencia Flores
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23):
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Palabra del Señor
En esta jornada en celebramos la Fiesta de
Pentecostés, día grande para todos los creyentes en la fe católica. Este es el
día en que el Espíritu Santo desciende sobre los apóstoles para que ellos
puedan ser mensajeros de la palabra de Dios en el mundo.
Para los judíos, en este día se conmemora el día que Dios
entregó las tablas de la ley en el Sinaí. Es curioso como los cristianos
celebramos como Cristo, como nuevo Moisés, hace el envío del Paráclito sobre
sus discípulos, reunidos en secreto.
Es curioso encontrarnos en estos tiempos tan convulsos
“encerrados” como lo estaban los apóstoles ese día por miedo a ser perseguidos
por los judíos, pero nunca abandonando su palabra ni sus obras, con la fe
intacta en Dios. Tuvo que ser para ellos el mayor regalo recibir el Paráclito
en aquella hora de manos del Hijo de Dios, que se puso en medio de ellos. El
Don del Espíritu Santo está siempre con nosotros y actúa por medio de nosotros
(como actuó por medio de los apóstoles) para difundir la palabra de Dios por el
mundo, siendo verdaderos testigos de su fe y de su amor en el mundo.
El Espíritu Santo es quien nos guía, quien guía a la Iglesia
en su caminar por este mundo como Cristo nos dijo: “Id, y haced discípulos a
todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo” (Mateo 28:19). La secuencia que se proclama previa al
Evangelio, es una de las definiciones más bellas que se hacen del Espíritu
Santo, se le tiene por fuente del mayor consuelo, descanso de nuestro esfuerzo.
Por ello, debemos encomendarnos al Espíritu Santo y dejar que él actúe en
nosotros para ser fieles testigos de la fe en Dios uno y trino, debemos confiar
en él para llegar al mensaje de Dios, para ser mejores personas y mejores
cristianos.
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