Por Jorge Carretero Koch
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (11,25-30):
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Palabra del Señor
Este texto del Evangelio de Mateo nos revela la gratitud y la confianza que hay entre Dios y Jesús, entre el Padre y el Hijo. Pone de relieve la opción misma de Dios que se manifiesta en Jesucristo, dándose a conocer a los más pequeños, a los más sencillos. A la misma vez, Jesús no rechaza la “sabiduría de los sabios”, sino que da cumplimiento a su plan de salvarnos llamándonos a aprender de Él, que es manso y humilde.
Dios se conmueve ante todos los problemas. Sufre con nosotros. Pero, ante ellos, nos dice que le sigamos y encontraremos en Él ese alivio de esperanza y paz. En el Evangelio de este domingo, Jesús nos recuerda que para seguirle en esa relación de gratitud en la que Él se revela se requiere, ante todo, una búsqueda y un encuentro sincero con el mismo Hijo de Dios.
No podemos permitirnos que los cansancios y los agobios diarios sean obstáculos en esta búsqueda, sino más bien un motivo para ir a su encuentro y aprender de sus enseñanzas. Es tiempo de seguir a Cristo con fidelidad y convertir nuestra vida en ligera y llevadera.
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