Que nada ni nadie nos quite la ilusión

Por Antonio Jesús Hernández Alba

Cómo han cambiado las cosas. Quién nos diría que íbamos a vivir esto hace apenas un año. ¿Recordáis aquel enero de 2020? Cuando el coronavirus era sólo un rumor que llegaba desde china y ni siquiera sabíamos lo que era llevar mascarillas. En aquel entonces nuestras únicas preocupaciones era si al final vendría Pasión de Linares u otra banda. Sólo pensábamos en las promesas que traía 2020. He perdido la cuenta de cuantas veces lo he escrito pero… cómo añoramos un Viernes Santo…

En un segundo nos cambió la vida. Comenzamos aquella cuaresma ahora tan lejana con la ilusión de siempre, o más incluso. Con nuestras penas, debates y alegrías de siempre. Ya ni siquiera nos acordamos de qué era eso de cuchichear en un rincón de la Iglesia o de la Casa de los Santos mientras ponen las flores de este trono y las varas de aquel otro; o el calor de una túnica y el frio de una madrugada en un portal esperando para ver entrar la procesión. Son muchas cosas las que hemos olvidado, tenemos el alma adormilada y el corazón maltrecho y dolorido de tanto esperar. Este año la eterna espera se ha hecho eterna de verdad. El reloj de la larga cuenta no se para todavía, las calles siguen muy vacías.

"Aunque no lo decíamos, teníamos la esperanza de que 2021 trajera la solución. Pero no ha sido tal y como soñábamos. Tendremos que esperar aún más para ver los “Santos” en la calle."

En un segundo nos cambió la vida. Pasamos de la ilusión y las costumbres de siempre a mantenernos lejos de los pies del Medinaceli y acercarnos al Convento “aunque sea a ver al Señor”, y de ahí a estar confinados. Y entonces no perdimos la esperanza ni un solo segundo. Es más, animábamos a los más agoreros y buscamos formas de sobrellevar ese confinamiento tan duro que nos privó hasta de visitar al Señor en el Sagrario en la Noche de las Noches y que duró hasta el Día de la Cruz. ¿Qué nos ha pasado? Esa Semana Santa, que fue la más difícil, la pasamos encerrados y poniéndole al mal tiempo buena cara. Nos dejaron salir con miedo. Pudimos celebrar el Corpus dentro de la iglesia, vestirnos de huertanos para San Bartolomé y cantarle su himno a la Virgen en Septiembre. Hemos rezado el rosario en las madrugadas de octubre e implorado por todos los que se fueron ante el Cristo de Ánimas. Incluso hemos podido visitar los belenes y a Sus Majestades de Oriente. ¿Qué nos ha pasado esta Cuaresma?

Es difícil sobrellevarlo. Lo sé. A todos nos ha dolido. Aunque no lo decíamos, teníamos la esperanza de que 2021 trajera la solución. Pero no ha sido tal y como soñábamos. Tendremos que esperar aún más para ver los “Santos” en la calle. No obstante, ya no estamos encerrados. Este año podremos ver a nuestras imágenes en sus capillas, hemos tenido actos, via-crucis y altares, podremos asistir a los Oficios, tenemos el mínimo de libertad que nos fue arrebatada el último marzo. No podemos hundirnos ahora. Ahora que queda tan poco. Sólo un esfuerzo más, eso es lo que necesitamos y debemos hacer. Aguantar este (esperemos que sea) último tirón y entonces, sólo entonces, cuando este virus que nos atormenta sea sólo un mal recuerdo, podremos soñar otra vez.

Ya lo decíamos el último marzo, pero tendremos que repetírnoslo otra vez para convencernos de esta gran verdad: un virus no puede destruir el sentir de todo un pueblo. Cieza es semanasantera de corazón, por los cuatro costados. Demostrémoslo una vez más, como ese 2020 que, aunque queramos, no debemos olvidar nunca, porque nos dio la oportunidad de mostrar al mundo que la Semana Santa de Cieza está muy viva y puede con todo.

Que nada ni nadie nos quite la ilusión. Vivamos esta nueva Semana Santa tan especial con alegría y espíritu cofrade. Arrimemos de nuevo el hombro y evitemos que este maldito virus nos vuelva a acorralar. Estamos muy cerca de vencer. Y, más pronto que tarde, volveremos.

Feliz Semana Santa hermanos.

Cuaresma 2021

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