Por: Pablo Moreno Gómez
Lectura del Santo Evangelio según san Marcos (4,35-40):
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus
discípulos: «Vamos a la otra orilla.» Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras
barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi
llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?» Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago:
«¡Silencio, cállate!» El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes?
¿Aún no tenéis fe?» Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el
viento y las aguas le obedecen!»
Palabra del Señor
Este domingo la Iglesia nos regala una Palabra extraordinaria, un relato
evangélico en el que podemos ver un ejemplo de como es el día a día de la Iglesia,
como es lo cotidiano de un cristiano.
En el jaleo del día a día, en el follón de nuestras labores, de todo lo que
tenemos que hacer, en medio de todo el ruido del mundo, Jesús nos dice “Vamos
a la otra orilla del lago”, vamos a descansar un rato, vamos a descansar con Dios
y en Dios. Pero, no siempre es todo un camino tranquilo, no siempre va todo
correcto o como nosotros esperamos. De hecho, en el Evangelio de hoy, cuando
los apóstoles junto a Jesús cruzaban el lago (símbolo del mal, del mundo), el
evangelista nos narra que se desata una tormenta. Así es, también en nuestra
vida como Iglesia (la barca) se nos presentan tormentas, se nos presentan
problemas y complicaciones, a veces tan grande que parece que nos hundimos.
Pero Jesús, tranquilo nos pregunta “¿aún no tenéis fe?”, es decir, ¿aún no
sabéis que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo? Cierto es,
cuando estamos en medio de la tormenta, ¿por qué pensamos que nos vamos a
hundir, que nos vamos a ahogar? ¿Es que a caso no sabemos que Jesús ve en la
barca junto a nosotros?
Hermanos, tengamos fe, pongamos nuestra confianza en Dios, en aquel que
en la tormenta permanece tranquilo, permanece impasible, no porque no le
importe nuestro problema, no porque sea un Dios que disfrute con el sufrimiento
del hombre sino todo lo contrario, porque es un Dios amoroso, misericordioso
que en la tormenta está con nosotros, soportando nuestra dificultad.
Aguantando todo aquello que en lo cotidiano nos afecta, nos hace mal.
Celebremos este domingo con esperanza y con alegría con la certeza de que
el Espíritu guía nuestra barca, que es Dios el que guía a la Iglesia en medio del
mundo, porque si no es Dios el que maneja la barca, todo nuestro trabajo es en
vano, todo lo que hagamos carece de sentido. Caminemos con fe, con confianza,
sigamos levantando nuestros ojos al cielo en las dificultades sabiendo que el
Amor de los amores, es el que guía nuestro caminar.
Feliz domingo a todos.
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