Reflexión Dominical: XI Domingo del Tiempo Ordinario

 


Por Jorge Carretero Koch

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,26-34):

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.»

Les dijo también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra.» 

Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Palabra del Señor

Hoy domingo, undécimo del tiempo ordinario, Jesús mediante dos cortas parábolas nos presenta el Reino de Dios, la Tierra Prometida que nos espera al final de esta vida.

A través de las dos parábolas del crecimiento, la de la semilla y la del grano de mostaza, Dios nos revela la grandiosidad de su Reino. La vida terrenal es sólo un camino a esa tierra de la que quiere que formemos parte de ella. Al igual que el grano de mostaza, que crece en tierra fértil, así ocurre con nosotros, que vamos creciendo en el amor de Dios.

La propuesta de Dios de este domingo es la de llevar la esperanza a todos los confines de la tierra. Otras veces Dios nos alertaba del final de la vida terrenal, que estuviésemos preparados para su llegada. Sin embargo, hoy nos revela y nos llama a anunciar la grandiosidad y la liberación de esa vida ya con Él, la del Reino de Dios.

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