Por: Pablo Moreno Gómez
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (7,1-8.14-15.21-23):
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.)
Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?»
Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos." Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»
Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»
Palabra del Señor
La Palabra de Jesús en este domingo del Tiempo Ordinario es,
como solemos acostumbrar, bastante autoritaria. “Hipócritas” les dice a los
fariseos, que una vez más, vemos como se preocupan más por las formalidades y
la estética antes de por el significado y el contenido de las cosas que en su
día a día hacen.
He de decir que para nuestra vida cofrade, el Evangelio hoy
proclamado nos viene como anillo al dedo, pues también nosotros buscamos
refugio en el “siempre se ha hecho así” y en la falsa tradición para
permitirnos el lujo de hacer cosas que se alejan bastante del mensaje de Cristo
y lo que la Iglesia quiere y desea transmitir a los hombres de nuestro tiempo.
Cuando uno estudia las bases de la doctrina de la Iglesia
Católica le enseñan que esta viene de dos fuentes, la Palabra de Dios y la
Tradición. Esta Tradición (escrita en mayúscula) no son las tradiciones
populares que se suelen hacer en cada pueblo como las fiestas patronales, sino
que la Tradición son aquellos hechos en los que los cristianos han y hemos
creído desde los primeros momentos de la Iglesia. Así, los diferentes dogmas
marianos como la Asunción y la Inmaculada Concepción son obra de la Tradición,
contractados con la Palabra de Dios revelada en la Biblia.
Con todo esto quiero decir, que la Tradición es importante,
que las costumbres definen la forma de ser y de pensar de un pueblo o de una
civilización y su gente, pero no por eso hemos de vivir encerrados en ella, ni
tenemos que venerar las costumbres como si fueran divinidades, sino que tenemos
que ser conscientes que las costumbres nos ayudan a acercarnos más a aquel que
es el sentido de nuestra vida.
Este domingo y con este Evangelio también podemos recordar
las palabras del Papa Francisco al principio de su pontificado cuando dijo que no
quería “jóvenes de sofá”, sino “jóvenes con las zapatillas puestas”, dispuesto
a hacer cualquier cosa en cualquier momento por Cristo. No nos anclemos en
nuestro cómodo sofá, es decir no nos anclemos en la comodidad de decir, las
costumbres son estas, esto siempre se ha hecho así como excusa de que con eso
ya damos suficiente gloria a Dios. No, el realizar las tradiciones es la
superficie de lo que tiene que ser una fe mucho más viva, debemos de comprender
cada acción, cada cosa que hacemos, con el fondo de comprender que todo lo
hacemos con el fin de alabar y adorar mucho más a nuestro Señor.
Un afectuoso saludo en Cristo y feliz domingo a todos.
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