Nuestra Semana Santa, Riqueza y Tradición del Pueblo Cristiano

Por Borja Atencia Flores
Los días del largo estío van llegando a su fin, y Cieza vuelve a recuperar sus colores pasionarios, su primavera, esa que viene acompañada de un sentimiento que recorre el cuerpo de todos los que en la Perla del Segura se sienten cofrades.

Vuelven los nervios, el sonar de las campanas levantando los tronos, el bullicio de la Casa de los Santos, en la que un cosquilleo ha inundado todos los rincones, invadiendo de ilusión a todos los que portarán las sagradas imágenes, a escasos minutos de salir a la calle. Cieza vuelve a escuchar los sones del Maestro Gómez Villa por sus calles, los pies de los anderos volverán a rozar, como pétalos que caen del cielo, los añejos adoquines de la calle de San Pedro.
"Pero la Semana Santa, vivida cristianamente, no sólo pasa por participar en los desfiles pasionistas, pasa también por vivirla desde un punto de vista más espiritual"
La Semana Santa de Cieza ha de ser sentida desde lo más profundo del alma, y vivir profundamente el Misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. La Cuaresma es la época que nos ayuda a mejorar con sentimiento de verdaderos hijos de Dios, también nos prepara para vivir esos días de la Pasión en que veremos cumplidos nuestros anhelos, nuestras devociones volverán a tomar las calles de Cieza.

Pero la Semana Santa, vivida cristianamente, no sólo pasa por participar en los desfiles pasionistas, pasa también por vivirla desde un punto de vista más espiritual, las celebraciones y cultos de Nuestra Iglesia Católica. La Cuaresma es tiempo de penitencia, de contemplar los misterios de la Pasión del Señor en el rezo del Vía Crucis, oración hecha camino que nos ayuda a rememorar los instantes más amargos y duros de la Redención de Cristo, su camino al Calvario, su Muerte en la Cruz y su Sepultura.

La riqueza litúrgica de nuestra Semana Mayor pasa por la asistencia al oficio sagrado, por nuestra participación en los misterios centrales de la vida del cristiano. El pórtico inaugural se encuentra en la mañana de las Palmas, en la dominica previa a la más grande del año, el Domingo de Ramos. El banquete de la Eucaristía de ese día nos invita a vivir la Pasión de Cristo, habiendo participado también de la Procesión de las Palmas, en la que se rememora la Entrada Mesiánica de Cristo en Jerusalén, a lomos de un burro.

Los desfiles pasionistas que se celebran estos días, nos ayudan a preparar nuestro corazón para vivir la celebración más importante del año litúrgico, el Santo Triduo Pascual, en el que vivimos en plenitud el amor que Cristo nos tiene, manifestado en sus momentos: la Misa Vespertina de la Cena del Señor, los Oficios de la Pasión y Muerte del Señor y la Vigilia Pascual.

El Jueves Santo en la tarde, comienza la celebración llena de gozo y alegría, el Jueves Santo es el día del amor fraterno, de la institución del sacerdocio y la primera Eucaristía, el día en el que Cristo lavó los pies a los apóstoles. Es un momento sin igual para encontrarnos con Jesús, presente en el Santísimo Sacramento del Altar, que será colocado posteriormente, en Solemne Procesión, hasta el Monumento, en el que quedará reservado toda la noche y hasta que comience una de las celebraciones más singulares del año, los Oficios de la Pasión y Muerte del Señor, en el que la Iglesia se tiñe de luto, en la tarde del Viernes Santo, para contemplar la muerte del Señor, adorar la Cruz y comulgar su cuerpo.
"Disfrutemos de este tiempo que la primavera nos regala y vivamos, con verdadero sentir cristiano, los misterios centrales de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor"
Toda esta tiniebla, generada por la celebración de los Santos Oficios, quedará rota con la entrada triunfante de la Luz de Cristo Resucitado, Cristo vuelve a la vida, resucita de entre los muertos y sale del Sepulcro. En la Vigilia Pascual lo celebramos, así como también se celebran los acontecimientos más importantes del Pueblo de Israel, en el Antiguo Testamento, que es el preludio de la vuelta triunfante del Hijo de Dios, que ya nos ha redimido.

No cabe duda que el día más importante del sentir cristiano es el Domingo de Resurrección, en el que festejamos, con gran alegría, el día glorioso en el que tiene sentido nuestra fe, Cristo ha resucitado, la muerte no tiene dominio sobre él. Este día, tan grande para todo el orbe cristiano, es uno de los días más tristes para los que amamos el mundo cofrade. Cristo vuelve a la vida, la Pasión ha terminado. Atrás queda el repicar de las campanas saludando a su Cristo del Perdón en la Esquina del Convento. Atrás queda el Pasodoble de San Juan en la tarde del Miércoles Santo y un “Yo soy” en la noche del Prendimiento. Hasta el próximo año no volveremos a ver salir a la Cama de Cristo desde la calle Cartas y no podremos volver a acompañar a la Virgen de Gracia y Esperanza en la noche del Jueves Santo. Sólo nos quedará el buen recuerdo de lo vivido, y esa virtud teologal que no hemos de perder nunca. Disfrutemos de este tiempo que la primavera nos regala y vivamos, con verdadero sentir cristiano, los misterios centrales de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

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