Reflexión Dominical: Domingo IV de Cuaresma "Laetare"

Por Pablo Moreno Gómez
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (15, 1-3.11-32):
En aquel tiempo, solían acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
- «Ese acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola:
- «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo,se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
"Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros. "
Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo, "
Pero el padre dijo a sus criados:
"Sacad en seguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
"Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."
El se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."
El padre le dijo:
"Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado"».
Palabra del Señor
La parábola del hijo pródigo. Puede que sea uno de los pasajes más conocidos del Nuevo Testamento, pues muchos exegetas, artistas y escritores han expuesto su opinión y argumento de esta parábola. A estas alturas de la Cuaresma, IV Domingo, debemos de estar preparados para la Pascua que ya está cerca y esta Palabra de hoy nos viene como anillo al dedo para todos aquellos que a lo mejor no hemos terminado o no han terminado de entrar en la dinámica de la Cuaresma.
El hijo menor, obviamente más joven que el mayor, y con las ideas más dispersas se interesan por la herencia del Padre cuanto antes pues piensa que así la podrá disfrutar mucho mejor, está en la flor de la vida y con dinero… mujeres, vinos, telas preciosas… todo lo que un hombre de la época pudiera desear. ¿A quién no le gusta vivir sin él esfuerzo del trabajo? Pero, todos sabemos como terminan esta historia, el dinero que poco cuesta ganar, rápido se va. En un corto periodo de tiempo pierde su parte de la herencia y acaba en indigencia, llegando a tener que comer la comida de los cerdos a los cuales tenía que alimentar para poder ganar algo de dinero. Y es en esa situación, cuando su vida parece haber tocado el fondo más absoluto, se acuerda de su Padre, y se acuerda de su casa.
Eso, queridos hermanos, es la Cuaresma, eso es la vida misma de un cristiano, de un hijo de Dios. Darnos cuenta de nuestras miserias y acordarnos de nuestro Padre y de nuestra casa, de Dios y de la Iglesia. Y ante ese darnos cuenta el Padre sólo puede responder de una manera y es yendo a buscarnos con los brazos abiertos y montar una fiesta, pues “más alegría habrá en el cielo por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión”.
Sin miedo, valientes, con los ojos puestos en el Padre y con la ayuda de la Iglesia que es Madre, caminemos hacia la Pascua, conscientes de nuestros problemas, de nuestras miserias, de que no podemos hacerlo todo, porque necesitamos ese abrazo del Padre, necesitamos su ayuda para vivir y esto solo lo conseguiremos si hacemos como el pródigo, mirando con corazón sincero al Padre y diciendo que lo necesito, que sin él no puedo.
Feliz domingo, estad alegres porque la Pascua está próxima. 



 

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