Es ya una costumbre personal sentarme la noche de lunes de mona a hacer balance de la Semana Santa y escribir la crónica de lo ocurrido. Quise al inicio de esta ansiada Cuaresma hacerlo distinto, hacer una suerte de diario donde recogiera mis sensaciones y mis impresiones de todo lo acontecido para, al llegar este día, tan solo recoger esas entradas y recopilarlas, formando así mi relato de nuestro particular Domingo de Resurrección, que a muchos se nos juntó con Miércoles de Ceniza. Pero estas entradas de diario solo hablan de dos cosas: nervios e ilusión. Nervios porque la vuelta de la Cuaresma tal y como la conocíamos nos pilló desentrenados, con el paso cambiado, e ilusión porque no podíamos creer que esto de veras ocurriera. Quise hacer este diario, pero tras esta Semana Santa creo que vale la pena despojarme de retórica innecesaria y contar de forma sencilla mi versión de los hechos, cómo he vivido esta Semana Santa del Retorno.
Y después de esta Cuaresma, marcada por la lluvia y una miríada de actos y eventos, llegó Viernes de Dolores, la gran Víspera de la Pasión. Apenas podíamos creer lo que estaba sucediendo. Túnicas, incienso y tronos llenaban las calles. Al sonar las diez de la noche, Nuestro Padre Jesús de Medinaceli hacía su entrada en la Esquina del Convento, al encuentro de su Madre de los Dolores. Ya se escuchaban en lontananza los tambores de la OJE, el Himno y el Ave María hacían vibrar a toda la plaza, completamente abarrotada. Y es que precisamente ese ha sido uno de los comentarios más repetidos esta Semana Santa, la cantidad de gente que ha acompañado a las procesiones, tanto desde dentro como en el público. Hace un par de meses había quien tenía sus dudas sobre si el pueblo tendría miedo de salir. Está claro que el único miedo ha sido el de no coger sitio.
Hubo multitud en la Esquina del Convento a la salida de la Dolorosa, la hubo por Paseo y Buen Suceso, incluso Angostos y Tercia contaban con sus estrechas aceras abarrotadas y los balcones atestados. Y no es necesario siquiera mencionarlo con la Plaza Mayor. Aplausos y vítores a la Dolorosa y a la OJE en su despedida, aunque esta vez no fueran los Averroes quienes encerraran a la Virgen en la Basílica, como tantas veces han hecho.
La muchedumbre se mantuvo para ver salir al Cristo de la Misericordia, apenas cabía un alma en la Plaza Mayor, a pesar de la oscuridad, del silencio y de lo poco llamativo del traslado. Quizás ahí es donde esté su encanto, en el contraste. Esa estampa de la Plaza llena se repetió varias veces en estos días. Viernes de Dolores es el hermano pequeño de Viernes Santo. ¡Cuánta similitud hay entre la entrada de la Dolorosa y la salida del Cristo de la Misericordia con la entrada de la Soledad y la salida de las Ánimas! Aún así, un vez pasada la Placeta del Santo, la Semana Santa volvió a ser lo que siempre fue, en esos recovecos de la carrera en los que sólo un puñado de valientes enamorados de las procesiones permanecemos. Esta madrugada de Sábado de Pasión es siempre un momento de recogimiento, de reencuentro, de comentarios a media voz. Este año, en esos comentarios estaba la ilusión a flor de piel. Y también estaba el miedo, el miedo a no resistir el ritmo después de dos años de sequía. Con el emocionante alzamiento del Cristo, recreando la Lanzada, en la penumbra de la Casa de los Santos, terminaba esta primera jornada de las grandes vísperas, la primera para muchos de la Semana Santa de Cieza.
REPORTAJE DE VIERNES DE DOLORES
No se si fue alergia o alegría, pero a mi se me saltaron las lágrimas al llegar Domingo de Ramos. Ver la Plaza llena de gente, de 18 colores distintos de túnicas, ver a niños estrenar túnica y procesiones, ver a la Burrica entrar envuelta en palmas en la Plaza... En definitiva, fue ver que habíamos vuelto de verdad. Hay quien dice que la Procesión de la Palma se hace pesada, que es muy larga, que faltan tronos, que es muy lenta (especialmente este año, con parones y cortes incluidos)... Y razón no les faltará, pero para mí tiene un encanto especial. A veces en lo sencillo está la belleza, y la belleza de esta procesión no está en las palmas, en el trono o en la forma de desfilar, está en el amplísimo componente humano que la conforma, en la hermandad, en la inocencia de la infancia... De una forma más organizada, pero Domingo de Ramos tiene también su paralelismo con Domingo de Resurrección.
REPORTAJE DE LA PROCESIÓN DE LA PALMA
De la tarde poco se puede decir que no se haya dicho ya. Me quedo con dos estampas. El Santo Cristo recreándose a paso ordinario por el primer tramo del Camino de Madrid, con la bellísima luz que tiene a esa hora y en ese punto y con la iglesia repleta de devotos, como hacía dos años que no se veía, para recibir a la Gloria de Cieza cantando su himno. Lo de Cieza con su Santo Cristo es dificilmente explicable, simplemente es. El Cristo es de Cieza y Cieza es de su Cristo.
REPORTAJE DEL TRASLADO DEL SANTO CRISTO
Dado que Lunes Santo quien les escribe no estuvo aquí, haré un inciso para hablar de un aspecto que se hizo especialmente patente a partir de la Calle Mesones durante el Via-Crucis (información que tengo gracias al inestimable trabajo de redes de la Hermandad de Santa María Magdalena en coordinación con nuestro compañero Alberto Carabias). Algo estamos haciendo bien y es volver a nuestras raices poco a poco. Las modas andaluzas van pasando, la marea de elementos ajenos va bajando y vuelve a asomar lo nuestro. La música ciezana vuelve. Esta Semana Santa hemos podido escuchar nuestras marchas desde el primer hasta el último instante, desde La Dolorosa de Cieza del maestro García Alcázar hasta Virgen del Amor Hermoso del Maestro Gómez Villa, pasando por el Cristo del Perdón, Santa María Magdalena, el Beso de Judas... y otra decena larga de marchas que apenas se habían escuchado en las dos décadas que restan desde su composición hasta ahora, a las que se suman los estrenos de los últimos años, que no han caido en saco roto. No diré más porque sobre este punto hay mucho que decir y este no es el lugar.
REPORTAJE DEL VIA-CRUCIS DEL CRISTO DE LA SANGRE
Y sobre música va el asunto, y seguro que más de uno estaba esperando llegar a este punto y leer mi opinión sobre el Martes Santo. No la dejaré aquí tampoco, el nuevo Prendimiento merece algo más que un párrafo en una crónica. Sólo diré que, una vez probadas las innovaciones, toca valorar qué merece la pena mantener y qué no. De Martes Santo me quedo con otras dos estampas muy ciezanas: los Armaos cruzando en pasacalles la Esquina del Convento al son de El Águila, y la valiente entrada de los Dormis al son de su pasodoble.
REPORTAJE DEL PRENDIMIENTO
Valor, templanza, corazón, arrestos (por no decir otra palabra), cabeza... Sobre lo ocurrido Miércoles Santo. Podremos compartir las decisiones tomadas o no, yo mismo pienso que fue un tanto precipitada la decisión aunque esté bien suspendida la procesión; pero para todos los que critican y desprestigian a los presidentes y directivas de las cofradías por ello... les invito a ponerse en su lugar y valorar, con todo lo que supone sacar a la calle una procesión, sobre todo una de la envergadura de la General, qué hubieran hecho ellos. Con ese sencillo ejercicio de empatía, más de uno se lo pensaría dos veces antes de criticar.
Miercoles Santo marca para muchos el punto de inflexión entre la Semana Santa festiva y la nostálgica. Aunque este año, gracias a la lluvia, esa nostalgia (al menos para quien les escribe) no llegó hasta bien entrada la madrugada del Sábado de Gloria. Por ello, cerramos aquí este primer capítulo de la Crónica de la Semana Santa del Retorno.
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