Por Jorge Carretero Koch
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (4,21-30):
En aquel tiempo, Jesús comenzó a decir en la sinagoga:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.
Y decían:
«¿No es este el hijo de José?».
Pero Jesús les dijo:
«Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún».
Y añadió:
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
Palabra del Señor
“Hoy
se cumple esta Escritura que acabáis de oír.”
Jesús
da sus primeros pasos en la misión de predicar en la Buena Nueva en su tierra;
pero su palabra no es bien recibida. Los que le escuchaban se levantaron
indignados y le expulsaron de la ciudad.
Los
judíos habían leído y escuchado palabras proféticas de la llegada de un nuevo
mesías. Pero no esperan que el hijo de un carpintero, una persona humilde,
venga a salvarles, a sanarles del mal del mundo. Lo que Jesús predica en la
sinagoga es que esas palabras ya no pertenecen a la “sagrada escritura”, sino que
se están convirtiendo en carne y hueso, son palabras vivas.
La
Palabra de Dios es una palabra de camino de salvación. Cuando Dios se acerca al
mundo, pretende con su palabra prepararnos para el camino hacia Él. Y no sólo
se acerca a su Nazaret natal, sino a todos los rincones del mundo, a todas las
naciones. Pobres y ricos, hombres y mujeres, sanos y enfermos, todos ellos son
receptores de su Palabra.
Muchas
veces sólo pensamos en nosotros, como los paisanos de Jesús. Nos encerramos y
no queremos ver más allá, no queremos ver los problemas de los demás, y, por
consiguiente, no les queremos ayudar. Jesús no quiere que seamos de esta
manera, sino que pretende, con su ejemplo, salir al mundo en ayuda hacia a los
demás; como Él nos sirvió, así nosotros también.
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