Por Antonio Jesús Hernández Alba Desde que tengo recuerdo, el día del Corpus Christi ha sido una cita especial. Un último momento cofrade, el último coletazo de procesiones antes de las vacaciones de verano. Siempre fue una tarde especial. Había que bajar a misa, una misa con ese aura de solemnidad popular que se respiraba tan sólo el 3 de mayo y el 24 de agosto. Luego había que pasear por el recorrido entero, buscando los altares. El casco antiguo estaba perfumado de rosas, alábega e incienso. Mantones, tapices, colgaduras, imágenes de devoción particular. Todas estas cosas adornaban el Corpus de mi infancia, haciéndome soñar con poder preparar un monumento similar para que el Santísimo se parara delante. Porque eso estaba muy claro en mi casa, el Corpus Christi es la procesión de procesiones. Es el día en el que lo que vemos es la Vida, es el mismo Señor que se pasea en su carroza triunfal por nuestras calles. El centro de este día es y era el Señor, Jesús en el Santísimo Sacramento ...
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